Nos embarcamos en el Caribe. Es tan hermosamente azul que uno no sabe cuál es el cielo y cuál el mar, y por eso en todas partes de la costa y de los barcos hay letreros que indican dónde es arriba y dónde abajo. De otro modo, uno puede confundirse.
Para no ir más lejos, el otro día, nos contó el capitán, un barco se equivocó, y en lugar de seguir por el mar la emprendió por el cielo. Y como el cielo es infinito, no ha regresado aún y nadie sabe dónde está.
Jaime Sobejano