jueves, 12 de septiembre de 2013

¡Venezolanos! La Patria Nos Reclama



Qué lejos quedan ya esos días, en donde nuestro nombre era tomado con el mayor respeto por todos las naciones del mundo. Parece un sueño ya, los años en que nuestra tierra era suspiro y envidia del mundo. Hace cuanto tiempo ya en nuestro país se podía respirar el aire bueno de lucha constante en contra  de los vicios, aquel aroma de solidaridad con algo de café, aquella brisa que hacía bailar nuestro tricolor al ritmo de un joropo. El trabajo diario, las ganas de echar para adelante, nuestras fiestas y sacrificios cobraban sentido gracias al carisma de este gran pueblo… Qué lejos yacen esos recuerdos para nosotros los hombres que vivimos en esta santa tierra, donde la Virgen se ha querido detener, cuánto tiempo hemos soñado con poder volver a sentir ese orgullo americano, ese sentimiento de ser ¡venezolano!

¿Qué es lo que hemos hecho?, ¿Por qué ya no sentimos la dignidad de nuestra patria?, ¿Por qué el mundo ahora nos trata con la mayor indiferencia y desprecio?...

Un querido amigo manifestaba en un escrito su profundo disgusto por no poder disfrutar y vivir en la Venezuela que su abuelo le describía, y culpaba del deterioro de nuestra sociedad al olvido de nuestra dignidad venezolana.

Nuestra generación vive en medio de hombres que se han olvidado de vivir, hombres que buscan sólo sobrevivir, hombres que han perdido todo esperanza. Se miran unos a otros y en sus rostros se vislumbra el ocaso de ilusiones, ahora ya desechadas. En las calles se aprecia a jóvenes y adultos buscando cualquier medio para olvidar su miseria y tristeza, y para ello incurren a celebraciones sin término, o a sustancias nocivas, que todos conocemos como capaces de hacernos olvidar nuestro nombre, nuestra dignidad, y nuestro orgullo venezolano. A donde volteamos, en cualquier esquina, si no existe un banquete de ratas devorando la suciedad y basura de nuestras ciudades, encontramos hombres, ¡venezolanos!, buscando alimentos o latas para vender y así poder conseguir algo de dinero y llevarlo a sus hogares, si es que lo tienen. Gente valiosísima y noble recorren las calles de la ciudad en la que sufren, metro a metro, caminan buscando aquello que les permita llegar al siguiente día. La corrupción está a la orden del día, desde los semáforos-fiscales, hasta la gerencia gubernamental, o eso es lo que en la calle se comenta.

En los barrios y en todos los rincones de esta patriota nación familias se ven destrozadas por la falta de valores y virtudes: los hijos abandonados o despreciados, buscando refugio, van a engrosar las filas de la delincuencia. La guerra sin nombre en las que nos hayamos sumidos ha desangrado a nuestra juventud, y la belleza de nuestros jóvenes se contamina bajo las manchas de sangre que cada día sus cuerpos ultrajados yacen en éste, nuestro suelo. Doscientos y más mueren cada semana, la crisis educacional deja sin herramientas a miles de jóvenes que se tendrán que enfrentar a una nueva era, y a pesar de todo esto, el venezolano, recorriendo los mercados comunes, puede encontrar disponibles para su “entretenimiento” los videos pornográficos de mujeres corrompidas y sumidas en los vicios del pecado, el humor desagradable de hombres sin esperanza, y, como primicia de “diversión”, los videos de la crisis carcelaria venezolana, donde venezolanos disparan y acaban con la vida de otros venezolanos…Vaya “diversión”

Pero…aunque mi ánimo decae constantemente, al ver a este que fue un pueblo de héroes y valientes, sumido en este agujero agusanado en el que nos encontramos, no puedo dejar de pensar que aún queda esperanza para nosotros, como pueblo.

Al conmoverme con las historias de la Venezuela de antes, surge en mí un deseo de cambio que no puedo más que expresar con estas simples palabras. Nosotros, la juventud venezolana, ultrajada y menospreciada, alzamos nuestra voz como nuestros padres en defensa de nuestra dignidad y libertad, por todos aquellos hermanos que han caído bajo el dominio de los vicios o la muerte, y como bandera sostenemos nuestra fe, y les gritamos a que se levanten en contra de la esclavitud a la que nos encontramos sometidos, y con verdadero patriotismo desafiemos y libremos a nuestra tierra y al mundo de la tiranía de los vicios que intenta robarnos nuestro mayor tesoro: La dignidad de ser venezolanos, hijos de una tierra heroica y católica.


En nuestras manos está nuestro destino, ¡asumámoslo!, rómpamos las cadenas que nos tienen aprisionados a esta inhumana condición. Digamos ¡ya basta! a los hombres corruptos, olvidemos de una vez la diversión obscena, acabemos con la pornografía que tanto mal le ha infligido a nuestros niños. Tendámosle la mano al que no tiene qué comer, trabajemos por y para Dios, para todos los venezolanos. Dejemos ya la infantil idea del egoísmo y comprometámonos a luchar para que nuestra Patria sea la que fue, y aún mejor. 

Bajo nuestras decisiones y acciones se decidirá el porvenir de nuestra nación. Ayudar al prójimo, especialmente al pobre, educar al ignorante, servir al que no tiene nada, amar al que ha olvidado lo que es la amistad, llevar la alegría de Dios al que no recuerda lo que es sonreír… Luchemos sin descanso, para que así, podamos asegurarle a las siguientes generaciones un amanecer en que la rectora Justicia impere junto con las virtudes y la Gracia, y bajo el manto de María la Virgen, honestamente podamos decirle a nuestras futuras generaciones: ¡Que no se diga nunca, que no luchamos hasta morir, por darles una Venezuela libre y honrada!…

Rafael Rodríguez

viernes, 15 de febrero de 2013

Mi amigo Poe



Desde muy joven deseó vivir en París. Soñaba pasearse por las calles de la Rue Morgue, reviviendo escenas oscuras de las lecturas de Poe. Aun talentosa, aun adinerada, había renunciado al sueño de toda gran artista: vivir en Europa. Sin embargo, nunca abandonó a su querido y estimado Poe, quien la acompañaba de vez en cuando… en un corto descanso a las orillas del mar; a la hora del té, sentados a la mesa de toda respetable señora inglesa; o al despuntar el alba, con el primer sonido de los grillos, con el último sorbo de té.

Extraño retrato figuraba al pasearse por las calles de tan ruidosa ciudad. Una anciana, de pálida piel y negra vestimenta, caminando de esquina a esquina con un libro en mano. Leyendo en voz alta, por supuesto, con voz fuerte y clara, para que todo alrededor se pusiera a su favor. Las casas coloridas en meras sombras se convertían y todo, en tan contenta ciudad, se tornaba frío y tenebroso, pacífico y sereno, para la anciana y compañía.

-¿Qué opinas en comprar algunos vegetales?-

Ella, distinguida y elegante, levantaba la mano para dar paso a tal petición.

-Of course than yes, dear Poe.

Cientos de miradas. La pequeña muchacha de rostro inexpresivo que aún no logra comprender tal expresión, la burla retenida de un joven usurero que embolsa las verduras, la inquieta mirada de otra anciana sedienta de curiosidad; y ella, vista tan sólo por dos dulces ojos, tomando uno por uno, detenidamente, los vegetales de mejor calidad. 

-¿Cuál repollo prefieres para esta tarde?

-Este de la derecha se ve mucho mejor.

-¡Oh yeah my dear! A good decision.

Daban las doce en la catedral. Las personas se agolpaban detrás de la señora, quien andaba y andaba, con bolsa en brazo y libro en mano, apreciando el grato colorido que de la deshabitada y oscura ciudad podía observar. Pensaban que estaba fuera de sus cabales, pero Poe pensaba cosas muy distintas… una distinguida señora, de la alta sociedad inglesa, apellidada Longshire. Ya en la cocina, ya hambrientos… un perfecto espécimen para uno de sus experimentos.

-My dear Poe, ¿qué deberíamos ponerle a la ensalada?...

En una mano el libro, en otra el cuchillo, moviéndose y moviéndose con sin igual placer. Un toque de perejil, un poco de apio, y al final el toque de repollo. En seguida a la mesa, predispuesta por la querida sirvienta Sally que se había marchado de luna de miel. Comida, risas, pequeñas menudencias… Divagancias, unas cuantas copas y, finalmente, el último bocado. 

Gabriel Capriles

domingo, 7 de octubre de 2012

Escritor sin enredos




Días de gripe y fiebre. Hoy es el 5°, y tras doce horas de cama sigo con fiebre. La rebelión del cuerpo contra el espíritu vence la mano: apenas he leído en estas jornadas, y queda la sensación vana de que no han servido de nada. En los escasos momentos de lucidez avanzo en la lectura de Nicolás Gómez Dávila, un exquisito y adinerado colombiano que dedicó su vida a su propia educación, viviendo entre miles de libros, devorando páginas, fumando puros y escribiendo pensamientos de apenas una línea de longitud (si la posibilidad de escritura le hubiera acercado al cero, seguro que la habría aprovechado). Escritor de aforismo, cualquiera lo trataría como un Niezsche del 'realismo mágico'. Pero resultaría tal un juicio apresurado: aristócrata, ironista, aburrido de la mediocridad propia del pensamiento moderno y de la democracia, pero también profundamente católico, y con una ortodoxia que a más de un 'reformador' de salón le pondría nervioso. Y es que no hay duda de que Gómez Dávila dice breve, pero siempre con invitaciones al asombro. Franco Volpi prologa con maestría el volumen de Atalanta titulado 'Escolios a un texto implícito' (Girona, 2009, 1407 pp.). Te acerco algunos ejemplos de los textos de las primeras 140 hojas:


- Negarse a admirar es la marca de la bestia.

- Todo es trivial si el universo no está comprometido en una aventura metafísica.

- Ni la religión se originó en la urgencia de la solidaridad social, ni las catedrales fueron construidas para fomentar el turismo.

- Las ideas confusas y los estanques turbios parecen profundos.

- El antagonismo radical entre los hombres se delata en la manera como unos, al hablar del placer, despegan hacia la metafísica y los otros hacia la fisiología.

- El alma crece hacia adentro.

- No vale la pena escuchar a quien no pueda prometer un presente eterno.

- Los críticos patriotas se inventan genios de la literatura pobres. Nada daña más el gusto que el patriotismo.

- El hastío no es fruto de la posesión prolongada, sino del contacto fugaz con mil objetos.

- Rechazar todo lo que el mundo actual predica sería presuntuoso, si desde los hexámetros de Homero hasta los últimos versos de Yeats toda la literatura de Occidente ni predicara lo contrario.

- Ser joven es temer que nos crean estúpidos. Madurar es temer serlo.

- El prestigio de la libertad en esta sociedad que profesa un determinismo científico es un regazo cristiano.

- La tiranía de un individuo es preferible al despotismo de la ley, porque el tirano es vulnerable y la ley incorpórea.

- No hablo de Dios para convertir a nadie, sino porque es el único tema del que vale la pena hablar.

Y sigue, y sigue, y sigue: un hombre rico, desde su casa biblioteca, poniéndose el mundo por montera mientras canta verdades y no le importan ni su publicación, ni su índice de impacto: paideaaristósareté, las tres grandes palabras realizadas en uno solo.

Ahora, a continuar durmiendo.


Javier Aranguren


lunes, 17 de septiembre de 2012

Sobre el Caribe



Nos embarcamos en el Caribe. Es tan hermosamente azul que uno no sabe cuál es el cielo y cuál el mar, y por eso en todas partes de la costa y de los barcos hay letreros que indican dónde es arriba y dónde abajo. De otro modo, uno puede confundirse.

Para no ir más lejos, el otro día, nos contó el capitán, un barco se equivocó, y en lugar de seguir por el mar la emprendió por el cielo. Y como el cielo es infinito, no ha regresado aún y nadie sabe dónde está.

Jaime Sobejano

jueves, 12 de julio de 2012

Fobia moderna (Una hipérbole de mi infancia)



-Hijo, ten tus trenzas bien amarradas. Recuerda que es un peligro andar con ellas sueltas por ahí. Pueden pisarlas y caerte de cabeza, puedes pisarte tu mismo y caer, puedes quedar atrapado en las escaleras eléctricas y luego caer contra el escalón de metal que te abriría la frente-. Esto último siempre me ocasionaba un terrible presentimiento. No estaba seguro de cómo sería pasar por un lugar tan peligroso. Aun así estaba tranquilo, ya que no había motivos para montarme ahí…

Sin embargo, con el pasar de los días, fui con mi padre a comprarle el regalo de cumpleaños a mi madre, en el C.C. Galerías. Pronto caí en cuenta de lo que enfrentaría. Miré mis zapatos antes de bajar del carro y de pronto… Estaba ahí, ¡frente a ELLA!.

-Vamos hijo, debemos comprarle el regalo a mamá. No tengas miedo, yo te daré la mano y pasaremos sin ningún problema.

-No, ¡no papá! ¡Es peligroso!

-Anda, ven hijo, estamos apurados.

Jamás he comprendido la necesidad de subir en ellas, en todo momento me ha parecido un absurdo. Existen las normales, en las que tienes que moverte, no aquellas en las que no es una obligación hacer uso de tus pies una vez en ellas. Siempre tuve esa sensación de pánico a la hora de dar un salto al primer escalón en movimiento. Lo veía por un rato, tan gris ¡Tan peligroso! Y luego me dignaba a dar ese salto que...

¡Pero no!... ¿Luego qué?

Me debía quedar inmóvil en aquel lugar, y aún así moverme… Retomar el valor, desafiar el miedo al ver el destino, al sentir nuevamente el pánico de volver a saltar por segunda vez…

-Sube tú papá, yo subiré por las normales-. Me dirigí hacia ellas, corrí con rapidez, y le alcancé sin ningún problema. De ahí en adelante he descartado la posibilidad de subir las escaleras eléctricas.

Gabriel Capriles

domingo, 18 de marzo de 2012

Un mal día




Despierto como desperté el día de ayer: mi mujer de espaldas a mí se levanta con el sonido del despertador. Se dirige a la cocina para preparar el desayuno. Mientras, voy directo al baño, me ducho, me coloco mi flue negro y bajo a comer. Tras un breve intercambio de palabras:

-Buen día mujer

-Buen día querido

… Me dirijo a la puerta y voy directo a donde siempre, la pequeña oficina en la que trabajo todos los días. Miro a mi alrededor y contemplo la misma anciana que recorre la acera, oigo los mismos ladridos, huelo el mismo olor de la panadería Pan de Oro… y abro la puerta, me siento en mi lugar con ganas de dormir hasta que el jefe me llama y… ¡MALDITA SEA!

Un mal día de trabajo. Lo han despedido.

-¡Cerveza!- aguarda impaciente, empina el codo y acaba con la sexta.

-¡Cervezaaaa!... (¡Boom!)- golpea la taza fuertemente contra la barra.

-Ya…ya…ya voy señor- El Barman le sirve su séptima bebida. El empresario lo observa despreciativamente mientras éste le sirve con un escalofrío que le estremece la espalda.

Empina el codo y se encuentra con lo inevitable: cerveza goteando de la barra en que se apoya, el orificio que se duplica tras mirar por él, el fin de este mal día y el comienzo de los gritos de su mujer.

Caricatura del caricaturista argentino Quino
Escrito de Gabriel Capriles

lunes, 13 de febrero de 2012

ASESINAN VIEJA USURERA MIENTRAS DESCANSA



En vísperas de diciembre del año pasado un asesinato dejó a varios seres desconcertados. Otros, indiferentes ante el tema, defendían la inutilidad de aquella anciana que estafaba a personas humildes inmersas en una gran miseria.


Uno de ellos era Raskolnikov, el autor del crimen. Luego de una larga estadía en su casa, esperando el momento preciso para llevar a cabo su plan ya maquinado, se dirigió a la cocina a coger el arma a escondidas mientras ingeniaba la manera de hacer pasar desapercibida el hacha filosa dentro de su desgarrada vestimenta.


 Así fue como el criminal dio inicio a su crimen, cómo, luego de largos días cargando con su remordimiento, ha decidido hablar en altas horas de la noche con el oficial ahora solitario en el centro policial de la ciudad. Dando a conocer el porqué de su acto nos relata con lujos de detalles lo ocurrido:


- En esta época de ideas revolucionarios son muchos los que innovan antiguos métodos de subsistencia para así tener una vida gloriosa. Tal fue el caso de Napoleón… decidido a obtener la gloria se lanzó desbocadamente a llevar a cabo sus pensamientos, a pesar de que estos conllevaran la muerte de una o dos personas… Me he decidido firmemente a ejecutar mi proyecto por el simple hecho de apreciar mi vida, la de mi madre Pulqueria y la de mi hermana Dunechka; he dado un paso al frente decidido a acabar con la miseria en la que me encuentro y así obtener la fama que un hombre de grandes ideales como yo, desea y debe obtener. Hace poco me publicaron un escrito en una revista, muy conocida de hecho, en donde defendía este punto de vista. Ahí expongo de manera clara y concisa las causas que llevan a un hombre a ser superior a otros y lo que se debe esperar de ellos. Todo proviene de libros, lo admito, pero es justo aquello lo que nos genera conocimiento y si los personajes de los que hablan han triunfado pues ¿por qué yo no?... He sido un mentiroso y egoísta al querer toda la gloria para mí y un estúpido al matar a una vieja, con el fin de robar cuando mi objetivo se llevo a cabo a medias, ya que los objetos encontrados se encuentran en la piedra de la calle… aún escondidos y el dinero de la vieja aún resguardado en un cofre.


Decidido a hablar unos minutos más, Raskolnikov, fuera de su juicio, parecía retomar nuevamente la cordura mientras se lamentaba de lo acontecido.


- ! Creí tener la certeza queriendo llevar a cabo lo que aquel pensamiento me incitaba, necesitaba demostrar que era más, debía ser independiente, evitar que mi hermana se casara con aquel idiota de Lujin.  Sólo quería ser algo en este mundo, no un objeto movido por el esfuerzo de mi familia!... Pero mis excusas no vienen al caso y mucho menos mis sufrimientos, sólo espero que algún día mi Sonia, mi familia y mi gran amigo Razumikin me perdonen. Aún guardaban cierto respeto y amor hacia mi persona ¿¡es acaso lógico!? He ejecutado a una vieja y demuestran cierto cariño hacia mí…  Je Je Je


- Pero volvamos al tema, no seguiré discutiendo mis problemas personales mientras usted aparenta escucharlos con intensa atención. Luego de haber esperado el momento preciso, en el que Isabel se ausentara por fin de la casa de su hermana anciana Alevna, a eso de las 7 - 8 de la noche decidí llevar a cabo mi acción, cogí el hacha, la escondí en mi chaqueta y envolví una piedra en un papel con cierta dificultad para distraer a la vieja mientras yo descargaba el golpe mortal…


- ¡Todo fue tan rápido! Y… si quizás se me habría ocurrido otra cosa, no lo sé, matarla con un revólver, aparentar por ejemplo que se había suicidado, ¿mi acción no sería menos inhumana? Pero no…, el hecho no es ese, el hecho es que aún así me habría delatado… ¿Sabe usted acaso las horas de sufrimiento interno que afronté conmigo mismo luego de esto?, ¿se imagina usted el dolor, la fiebre, que debilitó a mi cuerpo por completo?... ¡Soy un completo idiota!


De pronto el silencio colmó la sala, todo se encontraba en total silencio, el jefe de policía no podía creer lo que había estado escuchando, nunca pensaba encontrarse con un loco parecido. Pero, decidido a escuchar por completo esta terrible historia, decidió comentar:


- Por favor Sr. Raskolnikov, reconozco bien su dolor pero sólo podré ayudarle si continua con la historia, intente ser preciso pero claro y detallado.


- ¡Muy bien! Pues así seguiré mi relato, ¡de manera clara y concisa!... Je Je… Como le estaba contando, cogí el arma de la cocina y me dirigí rápidamente a casa de mi víctima; llegué al edificio y subí sigilosamente las escaleras que daban a su apartamento en el cuarto piso. Vacilé en tocar la campanilla pero decidido a llevar a cabo mi plan la toqué con fuerza y con cierto apuro. Me abrió luego de un rato, algo molesta, y notaba en mí cierta palidez ¡Ja! Pues cómo no estarlo, estaba a punto de matarla. Pero no se dio cuenta del hacha que cargaba encima así que el plan se ejecutaba a la perfección, le di el objeto con un ademán de alegría fingida y mientras desataba el cordón que sostenía la envoltura desprendí el hacha de su escondite, lo zumbé en el aire y la dejé caer, sin mucha fuerza, en la cabeza de la imbécil; le llego hasta la coronilla pero no estaba seguro de haberla asesinado, así que decidido a robarle para comer, descargué dos impactos de mayor potencia contra su cuerpo indefenso, haciéndola pasar, indudablemente, del delirio a la mortandad. En ese mismo instante recorría mi vista todos los rincones de la casa hasta dar con su escondite debajo de la cama… Lógico para ser el de una vieja. Así encontré los objetos de oro y plata que guardé en mis bolsillos para luego ir a buscar la llave que abría el cofre con el montón de dinero; la vi con cierto temor por la posibilidad de mancharme con sangre ya que estaba colgando del cuello del cadáver…  Pee…ro se escucho el pestillo de la puerta ¡alguien la abría! Así que cogí el hacha y con firmeza fui a asesinar al testigo del crimen, descargué el siguiente hachazo contra la cara de Isabel que dejaba entrever en su rostro un pánico indescriptible que…yoooo le producía antes de su muerte.


- No era mi intención matarla a ella, claro está, sólo que se entrometió en mis asuntos. Pero bien, cerré la puerta del apartamento con seguro y segundos después escuche unos pasos que sin duda se aproximaban, llegarían en cualquier momento a la escena del crimen. Me escondí detrás de la puerta, decidido también a matar al que entrara y así esperé escondido hasta que las dos personas que charlaban sobre la presencia de la vieja, bajaron en busca del portero.


- En eso me sentí perdido ya que me encontraba en un cuarto y último piso, no podría hacer absolutamente nada, ¡o me descubrían o me descubrían!, así que decidí bajar las escaleras con prudencia para intentar pasar desapercibido, lo que sería muy difícil; pero al ver la puerta de la habitación, próxima al segundo piso, abierta, vacía y a medio pintar decidí esconderme y esperar a que los otros subieran mientras yo limpiaba el arma asesina…


- Todo lo que sigue sucedió realmente rápido, bajé las escaleras hacia la entrada principal y precipitadamente llegué a mi pocilga, devolví el hacha a su lugar, para que Nastasia no notara su ausencia y me limité a dormir interrumpidamente hasta despertar y darme cuenta realmente de que mi plan se había llevado a cabo.


- Limpié mi vestimenta, vacié mis bolsillos, limpié mis botas y fui a esconder los objetos robados. Así fueron las cosas, luego de eso nada tiene sentido, sólo mi simple caminata insignificante por las calles y mi enfermedad que usted bien conoce y que aún me acompaña Ja Ja”


Sacó el revólver de su chaqueta y acabó con la vida del oficial para luego seguir su rumbo sin sentido por la ciudad.


Gabriel Capriles

(Cuento basado en la obra de Fedor Dostoievsky, Crimen y Castigo)